En Gran Vía 20, edificio hoy en derribo interior y tras andamios, una placa advierte al viandante de que allí estuvo desde 1939 a 1990 el estudio fotográfico Alfonso. Las fechas son en realidad las del declive de un nombre gigante del mejor reporterismo internacional en el primer tercio del Siglo XX que el final de la Guerra Civil Española relegó a reconvertirse en retratista, bueno, pero confinado en su estudio y vetado como fotógrafo en el acontecer de las calles.
Para quienes quieran conocer o recordar las cumbres fotográficas alcanzadas por los Alfonso como fotógrafos la Sala Canal ofrece de Madrid ofrece hasta el 23 de enero de 2022 la exposición Alfonso. Cuidado con la memoria. Son 150 imágenes que permiten deambular gráficamente por los acontecimientos más importantes de nuestra historia del primer tercio del siglo XX, ponerle cara a los personajes e imagen a eventos y costumbres sociales o a conflictos y acontecimientos que constituyeron la vida cotidiana o los desgarros que conmovieron a España.
Aún hoy, para hablar de Machado, Valle Inclán, Benito Pérez Galdos y muchos otros personajes, los libros de texto reproducen imágenes en blanco y negro, no siempre firmadas, pero que llevan detrás un mismo nombre: Alfonso, el sello fotográfico con el que Alfonso Sánchez García y Alfonso Sánchez Portela y sus hermanos construyeron a golpe cámara, una buena parte de la memoria gráfica española de la primera mitad del siglo XX.
Igual que Endre Friedmann y Gerda Taro acuñaron el sello Robert Capa para comercializar sus fotografías en la prensa gráfica internacional, la familia Sánchez recurrió al nombre compartido por el padre y el primogénito para identificar las fotografías que poblaron los medios de actualidad gráfica, españoles y extranjeros.
Tras esta autoría colectiva, es difícil saber en muchas imágenes quién era el autor de la misma y «Alfonsito», genio y figura hasta el final, jugaba siempre al despiste cuando hablaba de las fotografías y, al menos cuando yo le conocí ya con avanzada edad, te contaba historias que luego con las fechas en la mano, descubrías que no podían ser suyas sino de su padre.
Como deja claro la muestra que se ofrece ahora en Madrid, la altura de los Alfonso como reporteros gráficos, fue extraordinaria. No sólo estaban en el lugar adecuado en el momento justo, sino que tenían una finísima intuición para captar los mejores ángulos, ensayar encuadres arriesgados o propiciar fotografías impactantes muchas veces gracias a su proximidad a los protagonistas y el poder de convicción que propiciaba su don de gentes.
Fotografiaron como nadie la proclamación de la II República, estuvieron en la guerra de África con las tropas españolas pero también con el líder de las cábilas, Abd el-Krim, fotografiaron subrepticiamente a líderes políticos encarcelados, dejaron memoria gráfica de la retaguardia en el Madrid de la Guerra Civil… Cada una de sus “hazañas” sirve para otorgarle a Alfonso un World Press Photo, si ese premio hubiera existido por entonces.
Alfonso. Cuidado con la memoria se articula en cuatro secciones, uno introductorio sobre los estudios Alfonso, que se complementa con seis fotografías en gran formato de algunas de las imágenes más emblemáticas de la saga: los retratos de la Chelito, Alfonso XIII cazador, Pablo Iglesias, Francisco y Ramón Franco en Marruecos y Valle Inclán.
Le sigue «El imperio de la imagen» con un recorrido por su labor de reporteros hasta los años 1930, dedicados a la comercialización de sus fotografías en la prensa gráfica, un tipo de medio dominante en la época gracias al desarrollo reciente de los medios técnicos que la propiciaban, tanto los fotográficos como los fotomecánicos.
En «Los años convulsos», se recogen las fotografías correspondientes al preámbulo, desarrollo y fin de la Guerra Civil condensado en 47 fotografías.
El último capítulo refleja la labor de los Alfonso como retratistas antes y después de la Guerra Civil. Son imágenes de los personajes de la vida política y cultural como la Familia Real, Julio Romero de Torres, Gregorio Marañón, Federico García Lorca, Manuel Azaña, Francisco Franco, Antonio Bienvenida o Camilo José Cela…
Vetados por el Régimen para recoger el latido de las calles, los Alfonso vivieron tras la Guerra Civil recluidos en sus estudios siendo el de Alfonsito en la Gran Vía el más longevo, desgraciadamente hoy bajo la piqueta del derribo