Brassai in America, la colorida experiencia americana del maestro francés del blanco y negro

Gracias a la sala Municipal de Exposiciones de San Benito Valladolid  tiene desde hace casi 20 años un espacio dedicado específicamente a la fotografía en el que se presentan periódicamente exposiciones internacionales de gran interés.

Ayer quedó inaugurada la exposición Brassaï in America una aproximación a un maestro clásico a partir de una colección de imágenes mucho menos conocidas que otras de su producción.

Hablar de Brassaï es hablar de París,  del surrealismo, de su amistad con Picasso, Matisse… de todos los personajes que rondaron por la capital francesa hasta mediados del siglo XX. Era según su amigo Henry Miller, “el ojo de París”. Sus conversaciones con Picasso y Henry Miller, sus retratos, su libro sobre Proust, apuntalaron la leyenda de un fotógrafo culto, esteta, callejero y surrealista, por momentos, que trabajaba en bastante medida con cámaras de medio formato y películas de muy alta sensibilidad. Y todo en blanco y negro; ese era su estilo y su decisión profesional.

Brassai-America-exposicion-en-Valladolid-2El uso del color se encontraba a un abismo de distancia de sus posibilidades de utilización. Sin embargo en 1957 todo cambió durante un mítico viaje a los EE.UU. Las fotografías permanecieron ocultas, invisible y desconocidas durante largo tiempo. Ese es el trabajo que ahora se exponen en Valladolid y por primera vez en España. Ese otro y mal explorado Brassaï en América vagabundea por cuenta de una revista, Holiday, tira con Leica, y descubre ciudades (Nueva York), paisajes (Luisiana) y personajes, de noche y de día, iluminados con una luz natural que hace más vivos sus colores, sus siluetas, de una fuerza seminal.

Los hombres y mujeres de Brassaï en América, sus parejas nocturnas -inmortalizadas de espaldas, la gran mayoría, iluminadas con las luces de la publicidad fluorescente de la época, poseen el vigor fugitivo e inmortal de los frutos jóvenes, en su gloriosa plenitud.

La exposición muestra el poco conocido trabajo efectuado por Brassaï durante esta visita y que reúne varias peculiaridades. Desde un punto de vista técnico, el artista va a experimentar el uso del pequeño formato, trabajando inmerso en la muchedumbre, especialmente en Nueva York, para retratar con sus instantáneas su intensa vida urbana; se decanta por el trabajo diurno, fija un plano antes de volverse para seguir a los transeúntes, y construye así secuencias muy cinematográficas; de hecho, estas fotografías se sitúan en el polo opuesto de sus imágenes de Paris de Nuit, donde acostumbraba a fijar largamente la escena, encarando a los protagonistas y haciéndoles a veces escenificar. Por otro lado, esta visita supuso para él la oportunidad de acercarse al color, en el tratamiento de elementos particulares: los muros empapelados de carteles, las señales y neones nocturnos, las ferias populares, y también los variopintos atuendos de los años cincuenta. No cabe duda de que esta experiencia americana supuso para Brassaï la oportunidad de mirar la ciudad de forma diferente, sin traicionar por ello la sensualidad de su mirada, siempre fascinada por la presencia de las mujeres, como tampoco su poesía de tintes a menudo surrealistas.

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