Unseen, lo nunca visto de Jessica Lange en la galería Espacio Foto de Madrid

Por alguna razón la fotografía tienta y seduce a muchos directores y actores de cine. Es el caso de Carlos Saura, Win Wenders o Antonio Banderas por poner tres ejemplos que han compartido con el mundo sus fotos en forma de exposiciones.

Hace algún tiempo supimos que también Jessica Lange sucumbió al encanto de la imagen fija y como prueba de ello se han organizado una docena de exposiciones que han viajado por diversas partes del mundo entre ellas España. Ahora, de nuevo, una serie de imágenes de la artista van a estar a disposición del público en la galería Espacio Foto de Madrid que bajo el título de «Unseen» ofrece hasta el 17 de enero una muestra retrospectiva con  23 fotografías en blanco y negro, algunas de ellas inéditas. La muestra ha sido producida y organizada por diChroma photography y comisariada por Anne Morin.

Aunque Jessica Lange es internacionalmente conocida por su carrera cinematográfica, lo cierto es que en 1967, obtiene una beca de la Universidad de Minnesota para estudiar fotografía. Los avatares de la vida estudiantil la llevan a España y, posteriormente, a París, donde decide anteponer el arte dramático a su práctica fotográfica. En ese momento comienza su carrera de actriz, que la ha llevado a convertirse en protagonista de títulos emblemáticos en la historia del cine y a recibir dos Oscar como mejor actriz, por sus actuaciones en Tootsie en 1983 y por Blue Sky en 1995.

Tuvo que pasar bastante tiempo, hasta comienzos de los años noventa cuando Sam Shepard le regala una Leica M6,  para que Jessica Lange retomara su actividad fotográfica captando sus imágenes en el transcurso de sus viajes. Estados Unidos, Francia, Finlandia e Italia son algunos de los países que recorre, aunque demuestra una especial predilección por México, “por sus luces y sus grandes noches”, como ella misma señala.

diChroma photography
Jessica Lange – diChroma photography

Texto de Anne Morin, comisaria de la exposición 

Things I see – (1992 – 2008)

-¿Qué son estas fotografías, le pregunto?

-Oh, cosas que veo – responde ella, como una letanía, un leitmotiv, casi un canturreo que se lanza tras una interjección y va rodando solo, sin necesidad de más impulso.

Las fotografías de Jessica Lange no necesitan cargarse de frases inútiles.

“Punto y línea sobre plano” son los elementos fundamentales de su escritura visual. Su léxico y su sintaxis se reducen a concordancias temporales, como ecuaciones elementales que expresan lo imperceptible.

Y si Kandinsky enunciaba el punto como la forma más concisa del tiempo y la línea como su continuidad, estas imágenes en devenir, que se sitúan a la vuelta de apenas una centésima de segundo, no dependen sino del “instante decisivo”; de su “instante decisivo”, sin concesiones, sin arrepentimientos. La poesía no se caza, hay que esperarla, ya que, en caso contrario, se toma sus rodeos, juega al escondite o nos burla cambiando de rumbo. Es por lo tanto gracias a esta fracción, a esta ciega inflexión en el tiempo de espera, que sobreviene la imagen.

Rusia, Finlandia, Minnesota, Italia y Nueva York no son más que pre-textos que se enuncian y anuncian antes de la imagen. Ahí están, ante sus ojos, poco importa su longitud y latitud, el mes o el año, sólo dicen lo que es, en su permanencia.

Las fotografías de Jessica Lange son escollos sin más pretensiones que hacer visible el movimiento de la vida. Esta frase de Stieglitz, ineluctable: “El arte es lo que da cuenta de la vida y la vida, o lo que la significa, se halla en todas partes”. Jessica, en sus recorridos, se ha encontrado con ella, aquí y allá, en lo sencillo, en lo común, en la ceguera.

Esa joven y su rostro de otro tiempo, que alza los ojos hacia el cielo, como trazando una línea invisible hacia otro lugar, nos devuelve a una suerte de trilogía, de trinidad.

El interior de una capilla, bañada por esa luz lechosa típica de los países nórdicos, invadida por un denso silencio, que se estremece en ese mismo instante por la discreta presencia de un individuo, sentado al fondo, solo. Es el eco de Muchacha leyendo una carta de Johannes Vermeer (1657).

O también como los dos niños suspendidos en una barrera, balanceándose como notas musicales que tararean sobre una partitura. Los blancos y negros están en equilibrio. Todo está ahí.

Jessica-Lange
Jessica Lange – diChroma photography

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