Hasta el 20 de enero, el Museo Patio Herreriano de Valladolid ofrece al visitante la exposición Saul Leiter: In search of Beauty, una retrospectiva que define en 130 imágenes la trayectoria de este fotógrafo, pionero del color pero poco conocido internacionalmente hasta su muerte hace un lustro.
Precisamente, Valladolid fue la puerta de entrada a España de la obra de Saul Leiter. En 2012, la ciudad dedicó una muestra, la primera del país, a quien entonces era un desconocido entre el gran público europeo. Pocos meses después, en noviembre de 2013, Leiter murió. Cosechó, entonces, el reconocimiento que no tuvo en vida, marcado por una intensa difusión de su trabajo a raíz del documental 13 lessons in life with Saul Leiter que produjo el británico Tomas Leach en 2014.
Ahora, con su obra ya encumbrada a hito histórico de la fotografía en color, el Museo Patio Herreriano recupera su legado y le dedica una gran retrospectiva organizada con el apoyo de la Saul Leiter Foundation y la Fundación Foto Colectania.
Son casi 130 instantáneas, repartidas en las salas 1 y 2 del centro vallisoletano, las que dibujan el personal universo de Leiter. Abarca toda su trayectoria profesional, desde sus primeras series de desnudos y el retrato en blanco y negro que tomó de las calles del East Village neoyorkino durante décadas, hasta, y sobre todo, su destacado papel como pionero del color y como reputado fotógrafo de moda.
Saul Leiter (Pittsburg, 1923 – Nueva York, 2013) cosechó una exitosa carrera durante los años 60 y 70 en las revistas de moda que, sin embargo, no fue pareja a su reconocimiento como artista. Su trabajo ha permanecido durante décadas en el olvido, en parte, por el desdén hacia la fama que profesaba el propio creador.
Introdujo el color a finales de los años 40 –su fotografía en color más antigua que exhibe el Patio Herreriano data de 1948- una apuesta que lo convirtió en un pionero de la película diapositiva. Imprimió una personal visión a sus imágenes, haciendo uso de una selecta y reducida paleta cromática seleccionada para cada toma y fuertemente influenciado por el expresionismo abstracto, corriente que también trabajó como pintor a lo largo de su vida.
Las calles de Nueva York fueron su lienzo, como el de tantos otros fotógrafos, pero el influjo de la abstracción en Leiter lo apartó del resto de artistas. Buscó, siempre, la belleza estética desde un particular punto de vista. «Me resulta más interesante fotografiar una ventana cubierta por gotas de lluvia que una persona», llegó a afirmar. Es muestra del rompedor encuadre con el que trató sus composiciones, como fragmentos de realidad; una de las tantas innovaciones que Leiter introdujo, siempre a contracorriente, y que tantas décadas han tardado en ser valoradas, como muestra ahora el Patio Herreriano.
El contenido de la exposición
La muestra pretende mostrar al público todas las facetas de la obra de Leiter. Por un lado, sus fotografías más icónicas y reconocidas, alrededor de 70 fotografías en color que recogen la maestría y la originalidad de Leiter en el uso del color. Consigue imágenes de un lirismo y una intensidad impactantes, porque al registro inmediato y espontáneo de la vida en la calle, Leiter agrega un uso poco convencional de la forma y un uso frecuentemente abstracto de colores y tonos realistas. Además, se incluyen 44 fotografías en blanco y negro de las calles de Nueva York, y otras tantas de desnudos y retratos íntimos. Éstas forman parte de las primeras fotografías que tomó Leiter y reflejan el pulso y la energía de las calles del Nueva York de los años 40 y 50 que él conoció. Finalmente, la muestra incluye también algunos de sus trabajos profesionales realizados por encargo como fotógrafo de moda para grandes revistas como Elle, Esquire y Harper’s Bazaar. En todos sus campos, Leiter logró imprimir a sus imágenes un estilo especial y a menudo se atrevió a colocar el tema central fuera de foco, lo que en moda y publicidad no tenía precedentes. En la exposición se muestran revistas vintage y diferentes objetos que ilustran esa parte de su obra.
Saul Leiter, fotógrafo y artista
Saul Leiter nació en 1923 en Pittsburg, hijo de un rabino judío ortodoxo, estaba destinado a seguir el camino de su padre. Pero a los 23 años se mudó a Nueva York con la intención de convertirse en artista. Allí trabó amistad con el pintor expresionista abstracto Richard Pousette-Dart, que experimentaba con el lenguaje fotográfico, y con el maestro de la “Concerned Photography” (fotografía comprometida) W. Eugene Smith. A través del contacto con ese mundo artístico cercano a la fotografía y gracias a que su madre la había regalado una cámara cuando era adolescente, reconoció el potencial creativo de la fotografía y lo adoptó como parte de su lenguaje pictórico.
La práctica de pintura y fotografía de Leiter a lo largo de su carrera se puede seguir a través de sus imágenes en blanco negro y en color. La dinámica entre estos dos medios tuvo un impacto en su mirada artística, creando un nuevo ritmo visual. Su lenguaje fotográfico típico es el de la abstracción: comprime la dinámica espacial, obstruye las líneas de visión y renuncia a una perspectiva centrada. La sensibilidad pictórica de Leiter es visible en los contrastes suaves y desaturados inherentes a sus fotografías. Además, su uso del reflejo hace que sus composiciones se vuelvan más rotas, más enredadas. Aquí es donde él claramente se distingue de otros “Street Photographers” (fotógrafos de calle) de la Escuela de Nueva York como William Klein o Robert Frank.
En la década de los 50 comenzó a trabajar con el color convirtiéndose en uno de los fotógrafos pioneros en emplearlo. Aplicaba al color una cualidad pictórica y conseguía una sinfonía policromada que mezclaba el brillo de los neones, los halos de las farolas y las manchas doradas de los taxis de Nueva York, y convertía la ciudad en un paisaje contemplativo, íntimo y casi abstracto.
Leiter combinó la fotografía y la pintura toda su vida, y continuó pintando diariamente hasta su muerte en noviembre de 2013 a los 89 años. Pero la cámara se convirtió en el medio a través del cual logró capturar e interpretar la vida de la ciudad de Nueva York en composiciones de varias capas, así como en escenas íntimas, como nadie lo había hecho antes.