Los años jóvenes de Ramón Masats en Blanca Berlín

Mirando las imágenes de Ramón Masats que se exponen en la galería Blanca Berlín de Madrid, alguien puede pensar que salir a la calle en España en los años 50 era darse de bruces con una realidad pintoresca que estaba diciéndote «retrata me». Puede que fuera así, pero para conseguir las memorables fotografías que Masats tomó aquellos años, hacía falta mucho más que una cámara. Hacía falta el ojo de un gran fotógrafo, principiante entonces, pero ya agudo y certero en su mirar.

La exposición Ramón Masats. Años 50, que estará abierta hasta el 9 de abril en la galería Blanca Berlín de Madrid, reúne cerca de 40 fotografías, algunas de ellas copias vintage y otras actuales. En todos los casos, son imágenes tomadas en los primeros momentos de la carrera de este fotógrafo, allá por los años cincuenta del siglo pasado, cuando el maestro, hoy Premio Nacional de Fotografía, se encerraba por las noches en una habitación oscura para sacar a la luz sus copias.

Ramon-Masats---Mercado-de-San-Antonio-1955Las fotos de Ramón Masats brillan por la selección de los temas, por los encuadres muchas veces poco convencionales y porque, muy a menudo, el fotógrafo elegía llenar su fotograma con elementos contrapuestos o discordantes que insinúan con sutileza pero elocuentemente puntos de vista cargados de ironía.

«En 1957, a sus 26 años, – escribe Publio López Mondéjar – llega Ramón Masats a Madrid para dedicarse profesionalmente a la fotografía (..) llegaba a la capital pertrechado de un infrecuente sentido común, un intuitivo recelo hacia todo tipo de verdad canonizada por la costumbre y una aversión visceral por lo solemne, campanudo o pretendidamente artístico.

Una mirada que no convocaba a la nostalgia, sino al gozo y al deslumbramiento visual. Indotado para la metafísica, recelaba de la mediocridad de los que entonces pasaban por maestros indiscutidos, aunque tampoco era fácil hallar una doctrina con la que pudiera identificársele, al margen de la que tozudamente iba construyendo para sí mismo con una determinación silenciosa y obstinada, atesorando, además, un sentido más irónico que sarcástico y una profunda socarronería, sobre la que fue construyendo ese carácter suyo, trasgresor e irreverente, que marcaría luego su mejor fotografía.»

Ramon-Masats--sanfermines

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