Niños esclavos, Ana Palacios fotografía la dramática realidad de 152 millones de personas

En el mundo hay un drama que desde occidente vemos con lejanía y entre brumas: la esclavitud infantil. Hay 152 millones de niños esclavizados, casi la mitad en el África subsahariana y ése es precisamente el tema de Niños esclavos. La puerta de atrás una exposición fotográfica de Ana Palacios, que se inaugura hoy en el Museo IAACC Pablo Serrano de Zaragoza y que viene acompañada de un documental y un libro.

No es la primera vez que hablamos de las fotografías de Ana Palacios, hace tiempo fue porque había enfocado a los albinos de Tanzania, ahora vuelve con un trabajo de documentación social que sigue siendo fruto de su relación con ONG españolas que trabajan para mejorar las condiciones de vida de los niños africanos en las regiones donde operan.

Tres años de trabajo, cuatro viajes y cinco meses conviviendo sobre el terreno con los afectados han servido de base para que Ana Palacios creará este trabajo que hoy mismo se inaugura en Zaragoza. Ya a la vuelta del verano, habrá nuevas citas en nuevos lugares, los primeros Pamplona y Tudela.

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Le Ciel y L’Amour por fin pueden descansar tranquilas. En este centro de acogida se sienten a salvo. Antes de llegar aquí vivían en la calle, con una sensación permanente de peligro. Dormían a la intemperie y sabían que estaban expuestas a cualquier tipo de agresión, a que las robaran o las violaran.

La realidad de los niños esclavos

Creo que cuando se toca un tema como éste en resulta tan importante en ver las fotografías como conocer los datos que configuran la realidad de la que han nacido las imágenes. Una para empezar: El 50 % de los 152 millones de niños esclavos tienen entre cinco y once años.

La trata de personas es la “esclavitud moderna”. Este término se utiliza en el contexto de diferentes prácticas o delitos como el tráfico de personas, trabajo forzoso, explotación infantil, reclutamiento de niños soldado, el matrimonio infantil, la mendicidad, tráfico de órganos, la explotación sexual y otros. El denominador común de todos estos crímenes es que todas ellas son formas de explotación en las que una persona está bajo el control de otra.

Cada año en la costa occidental africana, se trafica con miles de menores generalmente vendidos por sus familias por unos 30 euros al cambio y una vaga promesa de una vida mejor que se traduce en una situación de esclavitud, en la que sufren maltrato físico y psicológico, trabajan de sol a sol, y permanecen alejados, durante años, de sus familias y lugares de origen.

 Los traficantes son, con frecuencia, familiares o amigos cercanos. Les aseguran que el menor aprenderá un oficio y, de esa manera, podrá mandar dinero a la familia. Disfrazan la compraventa como un favor enorme que se le hace a esa familia. Cuando el menor ya está en manos de esta “persona de confianza”, se diluyen todas las promesas y el niño es trasladado geográficamente lejos, a veces incluso a otro país de la zona. Así desorientan al menor y anulan su tentación de escapar para volver a casa.

Por lo general, si le llevan a zonas rurales, le venderán como mano de obra a algún terrateniente de campos de cacao, caña de azúcar o café. Si, por el contrario, es llevado a un núcleo urbano, será vendido a algún comerciante para trabajar en los mercados de la ciudad o ser vendedor ambulante.

Además, si es niña. lo más probable es que la explotación sea doble o triple, y acabe como empleada del hogar, ayudando en el negocio familiar y, además, sea víctima de abusos sexuales de sus “propietarios”.

Sentado sobre el regazo de su madre, Indigo abraza a su hermano, al que vio por última vez cuando era un recién nacido. La reintegración familiar de los menores se oficializa con un acto público en el que el jefe del pueblo relata el caso del menor para alertar a la comunidad de las consecuencias que entraña vender a los hijos. De esta manera, si la familia infringe el compromiso y vende o explota de nuevo al niño, los vecinos pueden presentar una denuncia.

Ana Palacios

Ana Palacios (Zaragoza, 1972) es periodista y fotógrafa documental.  Después de quince años trabajando en producción de cine internacional, en 2010 cambió su trayectoria profesional hacia la fotografía documental y se especializó en dar visibilidad a las comunidades vulnerables de la mano de ONG como UNICEF, Manos Unidas o África Directo.

Ana Palacios, fotografía las esquinas rotas del mundo: orfanatos, asilos, hospitales, psiquiátricos, guetos, etc. Ha convivido con mujeres desahuciadas en India, leprosos en China, albinos en Tanzania, tribus de Etiopía, pigmeos en Burundi, o niños en riesgo de exclusión social en Uganda. Su objetivo es dar voz a los invisibles desde el optimismo y la esperanza.

 A lo largo de su carrera ha trabajado para numerosos medios nacionales e internacionales como The Guardian, Al Jazeera, 6 Mois, Days Japan, Stern, Der Spiegel, Daily Mirror, Terra Mater, Papel, XL Semanal, Yo Dona, El País, Tiempo, etc. con contenidos de cooperación al desarrollo.

Sentado sobre el regazo de su madre, Indigo abraza a su hermano, al que vio por última vez cuando era un recién nacido. La reintegración familiar de los menores se oficializa con un acto público en el que el jefe del pueblo relata el caso del menor para alertar a la comunidad de las consecuencias que entraña vender a los hijos. De esta manera, si la familia infringe el compromiso y vende o explota de nuevo al niño, los vecinos pueden presentar una denuncia.



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