Más de 80.000 fotos del Fondo Nicolás Muller digitalizadas

En 2013 La Comunidad de Madrid organizaba una exposición retrospectiva por el centenario del gran fotógrafo Nicolas Muller (1913 – 2000), un año después su hija Ana vendió el fondo fotográfico atesorado por su padre a la CAM y ahora, todos los aficionados a la fotografía y a la historia, tenemos la suerte de tener a disposición más de 80.000 imágenes de ese gran legado documental que ha sido digitalizado y puesto a disposición del público como Fondo Nicolás Muller.

La exposición retrospectiva de 2013 permitía ver la profundidad y diversidad de la producción artística, documental y retratística de este judío húngaro que, empujado por la II Guerra Mundial, se estableció en el protectorado español de Tánger y acabó desde 1948 desarrollando la mayor parte de su carrera en su estudio en la calle Serrano de Madrid.

Gracias al trabajo de recuperación y digitalización llevado a cabo por la Comunidad de Madrid, hoy son accesibles más de 80.000 fotografías y numerosos documentos de texto. El fondo está dividido en dos grandes apartados. El primero, y más voluminoso, se refiere a la producción fotográfica profesional de su autor, mientras que el segundo está formado por los documentos correspondientes a su ámbito más personal y familiar. Las 27 cajas de fotografías en soporte papel contienen 10.684 de ellas (el 70% del total) son positivos instalados en álbumes de cartón y las restantes 4.816 fotografías son en distintos formatos de papel.

En la descripción del fondo, se ha intentado, en todo momento, respetar y reflejar la información que el autor proporcionaba en los registros, álbumes y sobres procedentes de su estudio fotográfico. En los casos en los que no ha sido posible, la Unidad de Descripción del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid ha completado y elaborado la información con el fin de ofrecer la mayor cantidad de datos posibles de forma que se garantizase su recuperación y consulta.

Nicolás Muller retratista

Dentro el fondo fotográfico, hay dos grandes áreas: los retratos fotográficos y la fotografía documental. Los retratos fotográficos son, en su mayor parte, retratos de primer plano de personas en los que predomina la cara y su expresión, si bien acompañan planos medios o enteros del personaje, además de retratos grupo o de familia. La temática de este grupo es la propia de los encargos personales recibidos por un profesional de la fotografía: ciudadanos anónimos en bodas, bautizos, reuniones familiares, retratos de personas de diferentes ámbitos profesionales y sociales. Pero, también, aparecen personalidades relevantes del mundo intelectual y artístico de la segunda mitad del siglo XX como Ortega y Gasset, Pío Baroja, Azorín, Vicente Aleixandre, Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Gonzalo Rodríguez Lafora, Miguel Fisac, Víctor D’Ors, Tico Medina o Luis Figuerola Ferretti.

Pío Baroja

La fotografía documental

Es en la fotografía documental donde descubrimos el gusto del artista húngaro por plasmar la vida cotidiana, con sus tradiciones y costumbres. Son imágenes que muestran una gran ternura por la infancia y la vejez, por el duro trabajo de las gentes del campo y la mar.

Abarca toda la producción fotográfica de Nicolás Muller en espacios abiertos de los distintos países recorridos a lo largo de su vida, desde el punto de partida de su Hungría natal entre 1933 y 1938, y donde predominan la carga social y humana de imágenes de campesinos pobres y respetuosos con sus tradiciones, hasta la etapa de Marruecos, producida entre 1940 y 1947 y caracterizada por el reflejo de la vida diaria de la sociedad musulmana y sus zocos, talleres, fiestas y rituales. A partir de entonces, desarrollará la totalidad de su labor fotográfica en España una vez asentado en su estudio de Madrid (1947).

De su etapa húngara, podemos contemplar 116 imágenes donde un joven Nicolás Muller nos muestra un país casi feudal poblado por campesinos que trabajan el campo con escasos medios. Desfilan ante nosotros peones cargando carretillas y segando el campo o mujeres, niños y ancianos vestidos para la fiesta local o acudiendo a la misa dominical.

Entre medias, nos encontramos con dos etapas que se desarrollaron en apenas un par de años. La etapa francesa se acota entre los años 1938 y 1939 y en ella el fotógrafo húngaro vuelve a reflejar en sus fotografías su profunda preocupación por la temática social. Buena muestra de ello son las diferentes instantáneas del puerto de Marsella o de unas lavanderas realizando su trabajo diario. De la etapa portuguesa (1939), no podemos dejar de resaltar el reportaje realizado en la Universidad de Coimbra sobre actos académicos y las magníficas imágenes de las mujeres y hombres descargando mercancías en el puerto de Oporto.

La etapa marroquí abarca cronológicamente desde 1940 a 1947 y se compone de 1.781 imágenes que reflejan la vida diaria de un pueblo y una sociedad musulmana, con su urbanismo, vestimentas, costumbres y tradiciones, tan diferentes a las conocidas hasta entonces por Muller, y que tanto le fascinaron. De nuevo se repite el interés social del fotógrafo húngaro y aparecen las escenas de puestos de mercadería en los zocos, niños en las escuelas, trabajadores aprendiendo un oficio en sus talleres,…

Una vez concluida su estancia en África, se asentará definitivamente en España, donde seguirá desarrollando su carrera fotográfica y reflejando la España de los años 50, 60 y 70 del siglo pasado. A lo largo de este período, las imágenes nos muestran, por un lado, los paisajes, arquitectura popular y monumentos más característicos del país y donde apenas aparecen personas; y, por otro, se inmortalizan las tradiciones, costumbres y vida cotidiana de los españoles de la época.

Esta etapa española conforma el grueso de la fotografía documental, algo entendible porque abarca desde su llegada a Madrid en 1947 hasta su retiro profesional en los años 70. Son fotografías que nos muestran dos temáticas diferenciadas. Por un lado, se reproducen paisajes, arquitectura popular y monumentos característicos del país con la finalidad de promocionar la imagen de España en el extranjero. Por otro, se convierte a las clases más populares en protagonistas de la escena, fijándose en una gran diversidad de tipos humanos: trabajadores del campo, mineros, obreros de los nuevos complejos industriales, mujeres lavando en el río o llenando cántaros de agua, dependientes en mercadillos, pescadores, descargadores en los muelles, mujeres remendando las redes…

El valor y la calidad de las fotografías de Nicolás Muller han provocado que su obra haya sido objeto de distintas exposiciones a lo largo de los años, como la realizada en la Sala del Canal de Isabel II en 2013 o, la última cronológicamente hablando, ‘La mirada comprometida’, en la Sala de Exposiciones del Archivo Regional, en El Águila, el pasado año 2021. 

Contenido del fondo documental de Nicolás Muller

Sin duda, las fotografías son la parte más reseñable y destacable del Fondo Nicolás Muller, pero en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid también se encuentra un conjunto documental de gran interés para conocer la vida y obra de este irrepetible fotógrafo. Son un total de 769 registros descriptivos, fechados entre 1923 y 2014, entre los que nos encontramos con documentos que reflejan la trayectoria más personal y familiar del artista húngaro: documentos relacionados con su infancia y juventud en Hungría, de su paso por Alemania y Francia en los años 30 del siglo pasado, parte del expediente de la adquisición de la nacionalidad española (1962),…, pero, también documentos referidos a la apertura y gestión de su estudio fotográfico: contratos con editoriales, de arrendamiento de locales, cuadernos de apuntes manuscritos referidos a técnicas de revelado de imágenes y tratamientos químicos de negativos fotográficos,…

Este recorrido vital provocado por los continuos exilios y cambios de residencia queda reflejado en los idiomas en los que están escritas las cartas que Muller intercambió con familiares, amigos y personalidades de la intelectualidad de la época. Así, aunque la mayoría están escritas en español, hay documentos en inglés, francés, alemán, italiano y húngaro.

Un ejemplo de los contactos con el mundo intelectual es la correspondencia que Nicolás Muller mantuvo con el artista Mathias Goeritz desde que se conocieron en 1942 en Tánger y, posteriormente, coincidieron en Madrid en 1948. 

Nicolás Muller

Nacido en 1913 en Orosháza (Hungría) en el seno de una familia judía liberal e interesada por las artes, comenzó a fotografiar con el regalo por su Bar Mitzvá: una cámara fotográfica. Estudió Derecho en la Universidad de Budapest donde entró en contacto con intelectuales húngaros y recorrió junto a un grupo de jóvenes denominados “Descubridores de aldeas” los pueblos y villas de su país para conocer la forma de vida de la población rural.

El avance de Hitler en Austria provoca que Muller marche al exilio en París, donde se da cuenta que quiere hacer de la fotografía su profesión y conoce a los artistas de la época, desde Picasso a Cartier – Bresson. Pero, la expansión nazi provoca que abandone Francia rumbo a Portugal, donde tendrá problemas también con las autoridades del régimen de Salazar, lo que provoca su nueva partida hacia Tánger. En África, se establecerá durante casi ocho años en los que seguirá experimentando con el potencial artístico y plástico de la fotografía de estudio, alternándolo con la fotografía de grupos de población en exteriores, en calles, plazas y lugares de trabajo.

En Tánger (protectorado español en aquella época), entra en contacto con Fernando Vela, secretario de Ortega y Gasset a través de quién consigue que la Revista de Occidente le organice una exposición en España. Como la familia de su madre se encontraba en Madrid, en 1947 se traslada a España y establece su taller de fotografía en la entonces avenida del Generalísimo (hoy paseo de la Castellana) donde simultanea los encargos particulares con la fotografía más artística y documental.

Desde la década de los años 70 del siglo pasado, se retiró a la aldea de Andrín, en Llanes, Asturias. Allí, murió en el año 2000, en una región de la que se enamoró desde su primera visita y que reunía las condiciones rurales que en tantas ocasiones retrató a lo largo de toda Europa y el norte de África.

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