Alberto García-Alix, «De donde no se vuelve»

Inquietantes, tiernas, testimoniales e interpretativas y siempre llenas de fuerza, las fotografía de García-Alix escriben en blanco y negro una historia que es al tiempo la suya propia y la de toda una generación cuya juventud ha quedado ya preservada por la pátina del tiempo. La exposición del Reina sofía es sin duda una gran antológica que merece la pena visitar.

El recorrido narrativo de la muestra se compone de una selección de obras realizadas entre 1976 y 2008 (gran parte de ellas nunca antes mostradas) donde se mezclan fotografías de diferentes épocas y formatos, atendiendo al testimonio fotográfico del propio artista. A través de unas 200 piezas, presente y pasado se funden en las salas de la exposición para conseguir una comprensión de la obra, no sólo por las imágenes en sí, sino por el testimonio que conforman la unión de todas ellas. Como afirma el comisario de la muestra Nicolás Combarro: “no se trata de un trabajo retrospectivo, sino introspectivo. Un viaje entre presente, pasado y destino. Una reflexión vital sobre la fotografía”.

Alrededor de cincuenta obras son fotografías de época o vintage, procedentes de la colección particular del artista y el resto son piezas de nueva producción. Además del material fotográfico, núcleo central de la muestra, se exhibe lo que Alberto García-Alix denomina una narración visual que con el título “De donde no se vuelve” recoge el testimonio del autor en primera persona.

La exposición, por tanto, nos acerca no sólo al discurrir de la vida de García- Alix, sino también a su memoria, formando ciclos fotográficos no cronológicos. Encontramos así, imágenes de la primera época realizadas en negativo de 35mm, muchas de ellas en copias realizadas por el propio artista en el momento de su ejecución. En estas primeras imágenes descubrimos una mirada pegada a su vida, a sus amigos; los paisajes de su memoria. Junto a estas, las primeras fotografías de formato medio, desde finales de los ochenta y la década de los noventa, donde García-Alix desarrolla un mayor dominio sobre la composición y profundiza en el retrato. Todo ello se enfrenta a las imágenes del presente, fotografías en las que García-Alix vuelca su mirada hacia su interior, en una comprensión más abstracta, para representar un universo de paisajes, personajes y esencias de su propia vida.

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