El olimpo Nazi de Riefenstahl en Valladolid

Leni Riefenstahl (1902-2003) es el paradigma de la imagen del nazismo, eso la convirtió hace muchos años en un nombre maldito, pero al mismo tiempo, nadie ha podido ni querido nunca negar su genialidad como creadora de iconos visuales, tanto fotográficos como cinematográficos, de gran potencia.

Hasta el 27 de febrero, más de medio centenar de fotografías de la polémica artista forman una exposición producida por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid y mostradas en la Casa Revilla. Son imágenes que van desde las fotografías griegas que Leni Riefenstahl  realizó en los años 30 hasta las que inmortalizó en su película Olympia.

El llamado «caso Riefenstahl» es uno de los más estudiados y controvertidos ejemplos de la relación entre arte y propaganda. La directora alemana filmó las mejores y más espectaculares películas propagandísticas de la Historia del Cine y, aun así, siempre defendió su inocencia y sólo fue considerada como ‘simpatizante’ de la ideología nazi en los juicios de Nüremberg.

La maravillosa horrible vida de Leni Riefenstahl (como se titula uno de los documentales que se han hecho sobre ella) está llena de profundas contradicciones y de una impasible búsqueda de la perfección estética y formal. Comenzó su carrera en el cine como actriz, protagonizando varias películas del género de montaña, propio de la Alemania de entreguerras. En 1931, siguiendo los parámetros de este particular género, dirigió y protagonizó La luz azul, que significó su salto definitivo a la fama y el reconocimiento del mismísimo Hitler, que a raíz del visionado de la película quiso conocer a su autora personalmente, y encargarle la filmación de El triunfo de la fe, sobre el V Congreso del partido nazi.

Dos años después, la directora contó con todos los medios (grúas, 130 focos antiaéreos, 30 operadores de cámara, ascensores) para filmar el Congreso del NSDAP en Nüremberg en 1934, poco después de «la noche de los cuchillos largos», haciendo una demostración de fuerza y de adoración al Fhürer y de reconciliación entre las SS y las SA.

En 1936 las Olimpiadas de Berlín fueron el escenario idóneo para que Riefenstahl pusiera en evidencia otra de sus obsesiones estéticas relacionadas con la ideología hitleriana, basada en la relación del Imperio alemán con los grandes imperios clásicos y el culto al esfuerzo y la competición como valores supremos de la condición humana. Tanto El triunfo de la voluntad como Olympia, – que también puede verse en la sala de exposiciones- transgreden varias de las normas del documental clásico, pero cumplen un papel fundamental a la hora de entender los medios utilizados por Hitler para enardecer a las masas y controlarlas bajo su poder.

El caso Riefensthal plantea, como ha señalado el historiador de cine Román Gubern, el problema de «la autonomía estética del arte, su autosuficiencia formal, más allá de sus eventuales perversos contenidos o de sus propuestas éticas». Otros grandes artistas, como Gide o Drieu La Rochelle eran abiertamente fascistas, Wagner era antisemita, el propio Eisenstein tuvo su estapa stalinista, Salvador Dalí admiraba a Franco. Sin embargo, la cineasta alemana realizó sus documentales por orden directa de Hitler (ya que su relación con Goebbels, Ministro de Propaganda nazi, no era muy fluida) y ambos supusieron, pese a su excelencia artística, una de las armas más poderosas para glorificar la figura del Führer y del nacionalsocialismo. De nada sirve que Riefenstahl se empeñara en defender su inocencia (entre otras cosas porque si hubiera confesado su apoyo a la causa nazi hubiera sido juzgada en consecuencia y encarcelada), ya que sus obras hablan por ella. Por un lado, hablan del poder visual que conseguía en cada plano; por otro, de su valor propagandístico y, por tanto, cómplice con el nazismo.

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