Cualquier fotógrafo disfrutaría en el espectacular auditorio Harpa de Reikiavik, un singular edificio, una gran obra de la arquitectura moderna. Sin embargo, captar en ese entorno esta imagen fue una verdadera sorpresa. Tuve la ocasión de dispararla cuando estaba en los niveles superiores del edificio y reparé en un niño que jugaba en las escaleras. Sin duda, deslizarse por el pasamanos de una escalera es una tentación invencible para cualquier niño y éste de la imagen no iba a ser menos, para mi fortuna.
Me parece que el resultado es una imagen de gran fuerza gráfica, una fotografía que funciona y tiene fuerza visual debido a varios factores. El más obvio de ellos es quizás la economía de elementos presentes, sólo las escaleras, la barandilla y el niño sin ningún otro elemento que pueda distraer o hacer confusa la composición: el pié de un visitante en un peldaño, un fragmento del descansillo, un cenicero de pié… cualquier otro añadido le habría restado efectividad a la imagen que es un buen ejemplo de que muchas veces menos es más.
Otro de los factores que le dan interés a la fotografía es la paleta cromática completamente dominada por el blanco de las escaleras, que es un fondo perfecto para resaltar la sudadera y las zapatillas rojas del chaval. La verdad es que si la combinación de su indumentaria hubiera estado preparada por un estilista no podría haber estado mejor elegida.
Finalmente, el dinamismo de la imagen le debe mucho a la geometría. El hecho de haber encuadrado los escalones oblicuamente y dejado el pasamanos también como una línea inclinada en el centro, hace que la fotografía tenga mucho dinamismo, que queda también acentuado por la posición de los brazos del sujeto.
La imagen no está reencuadrada ni recortada sino presentada a encuadre completo y es la mejor de una serie de cinco disparos. Fue tomada con una cámara Canon 5D MarkII con objetivo Canon EF 24-70mm f/2.8L USM a una distancia efectiva de 70 mm. La velocidad de obturación fue de 1/100s a f/5,6 con una sensibilidad de 400 ISO.
